11 de mayo de 2013

A

A.

Empieza por A mi escrito, porque no sabía por dónde empezar. Y empieza densamente, para descartar a los no importantes en el primer párrafo. Si has de llorar, llora. Te conoces, sabes quien eres y sabes lo que harás después.
Y por eso anotas. No como una costumbre ya placentera, sino ahora como una obligación incomoda que te pone cara a cara contigo misma, y es más asqueroso que la comisaría misma.
Haz recibido el castigo de los castigos, eh. Haz recibido algo que creíste que no te pasaría a ti, ¿verdad?.
A ti que la vida te había castigado tanto, y había deformado tanto tu corazón y tu mente ¿¡Cómo iba a pasarte algo más a ti!?
Porque tú habías nadado en las aguas más profundas de las aspiraciones humanas. Tú habías arreglado algo totalmente roto y torcido, gracias a ese ambicioso descubrimiento llamado amor.
Y hoy, tienes el corazón roto. Este es un dolor que no encuentras placentero de ninguna manera.

Adelante. Clava tu nariz más y más adentro de ese clavo. Cada vez que lloras y sollozas tu cráneo se balancea sobre tus hombros y tienes espasmos. Parece que martillases algo con la cabeza. Tienes una hora y media para ir a patinar y esta cara tiene que ser la otra.
Aprovecha y rasga tu verdad.

¿Qué hacer? ¿Cómo se satisface el hambre de un ser interior? ¿Cómo se detiene el dolor de perder la única esperanza?
Y lo más doloroso, es lo que continúa. Lo doloroso es continuar. Porque elegiste vivir.
Un golpe en las sienes con un martillo y a un agujero negro. Y termina ya, que perder el alma no se puede describir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario